Quizá pueda sorprender a alguno la aparición de un nuevo trabajo sobre estelas e inscripciones cuando todavía hace sólo unos meses salieron a la luz el Catálogo de Estelas del Museo Arqueológico de Bilbao y las actas del V1 Congreso Internacional de Estelas Funerarias. El tema, desde Juego, es recurrente, no en vano las estelas funerarias constituyen, sin duda, uno de Jos capítulos historiográficos cunntitntivamente más fecundos de los ú!timos años, aunque con resultados bastante desiguales. Es fácil observar un predominio probablemente excesivo- de lo tipométrico, de lo descriptivo, de la noticia puntual, del descubrimiento de tal o cual estela, en detrimento de lo global, de la búsqueda de la síntesis -que también las hay y buenas-.
Entre las razones de este sorprendente desarrollo habría que anunciar entre otras, la atracción que produce el mundo de los símbolos, lo astral, lo esotérico… tan fácil de desarrollar recurriendo a un diccionario especializado y tan diffcil y complejo, sin embargo. No hay que olvidar finalmente el innujo que ejerce la búsqueda y profundización de lo que se considera como especifico o propio. Afirmaciones, por ejemplo, que consideran la estela discoidal como «l’archétype de la sépulture basque» en tanto que definen la estela tabular como «moins basque uns sont esprit» (A, Pintat, 1982: 250). Pueden conducirnos a un terreno resbaladizo en el que, con riesgo de convertir la investigación en un cajón de sastre en el que cabe casi todo, se ponga en relación las estelas con los círculos funerarios protohistóricos…, olvidando que los ensayos estéticos al estilo de los de J. Oteiza permiten a la imaginación algunos vuelos que debieran estar más controlados en los estudios históricos.
Sea como fuere, lo cieno es que la colección que presentamos – y a pesar de estar publicada casi en su totalidad en artículos y trabajos diversos- ha pasado desapercibida en la producción historiográfica interesada por las estelas funerarias. Trabajos recientes, metodológicamente rigurosos, y en los que se ha tratado de acotar el complejo fenómeno de los materiales que nos ocupan profundizando en aspectos formales y ensayando, incluso, propuestas de datación, los han ignorado o tratado sólo marginalmente. Quizá se deba ello a la operatividad de algunos prejuicios sólidamente establecidos que se resisten a asumir que los oscuros siglos tardoantiguos y altomedievales fuesen capaces de generar ejemplares de notable interés paleográfico o poseedores de una calidad técnica, privativa al parecer de período romano y recuperada sólo, según se quiere, en siglos románicos o posteriores.
En este sentido, s iempre nos había parecido preocupante la escasa atención que nuetras estelas -olvidándonos de evocaciones románticas- merecían entre historiadores del medievo, a pesar de constituir uno de los pocos testimonios que conservamos de una época caracterizada de suyo por la exasperante penuria de las fuentes textuales. Probablemente hayan contribu ido a ello la indefinición de los propios materiales, las escasas precisiones cronológicas existentes en torno a ellos, la ausencia quizás de un Corpus tipológico•evolutivo en el que poder encuadrarlos tanto espacial como temporalmente. No habría que olvidar tampoco la escasa afición – quizá se trate simplemente de una cuestión de confianza- de algunos historiadores a hacer uso de materiales de carácter arqueológico. Nos gustaría, obviamente, que las cosas fueran de otra manera y este deseo es el que nos ha guiado en la elaboración de este trabajo. Resulta claro, en consecuencia, que no nos interesará tanto la estela arquetipo, abstracta, eterna e inmutable, como la estela concebida y ejecutada por un colectivo humano concreto en unas circunstancias socioeconómicas, demográficas o tecnológicas determinadas. La estela, en definitiva, concebida como documento susceptible de generar conocimientos de tipo histórico.
Junto a las estelas existen también otros documentos más desconocidos y que, a pesar de ser morfológicamente diferentes, pueden ser estudiados con lo mismos criterios analíticos. Nos referimos a las inscripciones conmemorativas, a las cubiertas sepulcrales epigráficas y a los graffiti de las cuevas artificiales.