AZKARATE, A., 2003. La tardoantigüedad. In: A. RIVERA, ed, Historia de Álava. Gasteiz: Nerea, pp. 87-111.

A. Azkarate 2003
Título: La tardoantigüedad.
Referencia: Historia de Álava
Páginas: 87-111
Editorial: (ed. A. RIVERA) Nerea

Hace algunos años, J. Caro Baroja apuntaba ya los graves obstáculos que, ante la exasperante_ parquedad de las fuentes, debía superar quien quisiera conocer el pasado de Alava entre los epígonos del imperio romano y la entrada en la península de los musulmanes. Sirva como ejemplo ilustrativo de esta extrema dificultad la obra colectiva dedicada a la historia de nuestro territorio -Álava en sus manos- y en la que un sobresaliente historiador como J. A. García de Cortázar, capaz de desarrollar con brillantez la historia alavesa de entre los siglos vm al xr, consideró más prudente dedicar sólo algunos párrafos al abanico temporal que transcurre entre los siglos V al VII.

Y, sin embargo, pocos periodos habrá en nuestra historia sobre los que se haya escrito con tanta visceralidad y con tan vehemente intencionalidad política. Por utilizar las propias palabras de J. Caro Baroja, «cada vez que la vida política española experimenta una convulsión, cosa que ocurre de modo mecánico y con caracteres muy parecidos, hay ‘centralistas’ de estos que, como le ocurrió a don Gregorio de Balparda, hablan de cosas tales como la ‘unidad política y religiosa’ referida a Leovigildo de un lado y a Recaredo de otro.

En su mismo campo salen luego autores, como monseñor Zacarías de Vizcarra, que defienden el ‘españolismo’ de los vascones, prorromanos, frente a los bárbaros. Estos ejercicios retóricos y abogadescos siguen haciéndose en nuestros días para nuestro mal. Mientras que enfrente hay bastantes vascos que parecen creer que la verdad histórica está contenida en la novela del carlista navarro don Franciso Navarro Villoslada, titulada Amaya.

Frente a la historia providencialista de los que creen que la unidad política de España puede perseguirse desde la época del patriarca Túbal, y contra la historia providencialista hecha por los que defienden que raza, lengua y nación han ido siempre unidas, estará la historia hecha por los que no creemos en sistemas providenciales y menos abogadescos: que más que discípulos del canónigo Llorente o de los académicos de 1802 de un lado, o de ciertos escritores tradicionalistas y nacionalistas de otro, somos discípulos de Heráclito».

Sirva este preámbulo, a la vez que como homenaje a la figura desaparecida ya de J. Caro Baroja, para confesar nuestra actitud ante una problemática ciertamente complicada y en la que resulta obligado mantener una prudente distancia tanto respecto de tirios como de troyanos.

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